En esta ocasión me desahogaré hablando sobre la idealización de la persona que nos gusta, como un demonio que nos corroe. Muy dramática, pero es cierto, nos aflige.

La idealización solo conduce al fracaso de una posible relación, porque vemos en otro ser lo que queremos pero no lo que es. Después nos estamos quejando con lágrimas y una que otra canción de despecho, que fulanito cambió, o nos sorprendió con hechos que jamás pensaríamos que haría.

Sin embargo, consciente de que ese invasor, como llamo al enamoramiento, puede tocar a nuestras vidas de forma inesperada y solo con establecer una rápida conexión con alguien, podemos encender la señal de alerta y trabajar para descubrir quién, en realidad, es la persona que nos atrae.

No soy una experta en cuestiones del amor. Ni sicóloga. Pero me cuestiono de vez en cuando sobre cómo sería la mejor forma de evitar la idealización de personas con las que comenzamos a salir.

Es sencillo, bueno en realidad es más fácil escribirlo. Idealizamos al amor por medio de alguien que nos atrae y nos muestra en bandeja de oro, por unos días, sus pretensiones sentimentales. Con solo eso creemos que puede ser la pareja que tanto queremos. Error. Un grave error conformarnos con lo que vemos en pocos días para pretender que es el elegido.

Escuchar palabras bonitas, leer mensajes de textos amorosos, saludos de buenos días y despedida en las noches. Recibir flores, invitaciones a cenar, hablar de un futuro entre los dos y hacerse promesas pueden ser la base de una próspera relación, y alimenta el deseo de formalizar un romance, pero más allá, esos cimientos que se empiezan a construir, serán moldeadas a favor,  si con el paso de los días se conservan.

Analizar a la persona cuando ha entrado por cualquier razón a nuestro corazón no es sencillo. Preferimos soñar con el reencuentro, con la posibilidad de tenerla cerca.

Pero tarde o temprano, y ojalá sea temprano, hay señales que nos muestran cómo es el otro. En ese momento decimos que él, y en el caso de los hombres, si les sucede, que ella cambió. Y puede que se hayan dado cambios que nos ponen a pensar que se perdió el interés, o que atraviesan por alguna dificultad en sus vidas que los hizo alejarse.

En otros casos, se comienzan a ver acciones de invasión del espacio personal, a lo que llamamos personas intensas, que no dejan respirar. El punto dramático, porque lo es y mucho, es lo doloroso de recibir y aceptar esa realidad.

Aun así, estoy convencida de la oportunidad que tenemos de evitar idealizar a los pretendientes. Para eso debemos darnos el tiempo de caminar con el otro para conocerlo y luego decidir si seguimos o si es más pertinente huir, escapar, darle vuelta a la página, como le quieran llamar, porque simplemente hay personas que no están moldeadas a nuestros intereses y antes de creer que cambiarán, debemos aceptar que así son.