Hundo mis pies en una arena gruesa de color blanco mientras escucho las olas del mar. Son las 5 de la mañana. Nadie se asoma a esta cristalina playa que tiene al fondo una montaña plagada de un verde oscuro.
Decido quitarme el vestido de baño para permanecer boca arriba por unos minutos sobre la arena. Abro y cierro mis piernas y brazos hasta formar curvas inconclusas, huellas de mi estadía en uno de mis sitios favoritos: el mar.
Me pongo de pie y me sumerjo en el agua calmada y fría que acompaña esta madrugada de viernes. Mojo mi cabello y cierro mis ojos para sentir el ardor de la sal. Paso mis manos por mi vagina, para interpretar cómo se pone con el contacto con el mar; mi vulva está grande. Toco mis senos y los pezones están firmes. Me muevo rápido para no perder el calor que llevo encima.
Te despiertas. Lo presiento y a los pocos segundos te veo frente a la playa sin tela alguna sobre el cuerpo. Te das cuenta que juego con el agua como una niña mimada y sonríes. Corres hacia el mar. Las olas demoran tus pasos hacia mí hasta que nos encontramos con un beso en el que te robo el labio inferior.
Me miras y coges mi rostro con unas heladas manos que comienzo a poner sobre mi espalda. Tú sigues hacia mis nalgas. Cojo tu pene. Nos besamos. Es un beso largo. Un beso que cobija el amanecer. Entonces me alzas y sacas del mar.
Tu cuerpo está sobre el mío en la arena. Respiras rápido sobre mis ojos. Subes una de mis piernas hacia mi seno, haces lo mismo con la otra. Bajas tu rostro hacia mi vagina y pasas tu boca sobre mis labios inferiores como si desayunaras.
Me contraigo. Sabes que me gustan todos los besos que me das y en todo el cuerpo. Tus dedos entran en mi vagina sin que dejes de alejar tu boca de allí. No sé si nos observan, pienso en ello mientras relato parte de esta historia.
Acerco tu cabeza a mi boca. Siento que me hundo más en la arena. Somos mar, playa, calor y deseo. Soy quien se poza sobre tu cuerpo y agarra tu pene para que entre en mí ¡Sé cuánto te gusta que suceda así! Te gusta que tenga el control y mueva mis caderas, casi sentada en ti para que puedas ver mis senos y mi rostro transformado.
Escucho las olas tan cerca de nuestros cuerpos. Y quisiera que pudiéramos volar y posarnos sobre el mar para hacer un trío.
Ha llegado el momento de despedirnos. El orgasmo está cerca. Sabes que te despeino cuando aparece. Me gustaría que tú también lo sintieras conmigo. Sería el momento perfecto y sucede. Te veo, me miras. Terminamos, descansamos y quedamos con más ganas de piel, el mar no lo ha dicho. Amanece.