Hace unos años escuché hablar sobre las etapas del amor como si sobre él se pudieran llevar pruebas al laboratorio para demostrar la veracidad de una teoría que encarnamos en algún o varios momentos de la vida.
Entonces reuní pruebas que deposité en el laboratorio de mis recuerdos con pensamientos ajenos que he escuchado en diferentes escenarios, y sí, en definitiva me convencí de las etapas que vivimos en el amor. Ahora, lo importante no es conocer cuáles son. La esencia de este post es reconocerlas para darse la oportunidad de disfrutarlas con quien deseamos y amamos, en algún momento.
La primera etapa, ustedes saben, es el enamoramiento. El inicio de un iluso camino porque enamorarse es elegir a alguien con quien idealizo sueños, debido a que me atrae  su físico y algunas de sus acciones espontáneas. De ahí que exista “el amor a primera vista”, que no es más que llevar la curiosidad de sentir algo por alguien, de repente, a un próxima vez: citas para conocer más a esa persona.
Seguimos con el conocimiento, una etapa dura, muy dura. Es aquella en la que sé quién es el otro que una vez me volvió loca de deseo. Descubro sus demonios y pecados. Nos cuestionamos sobre si hemos cometido el error al haberlo elegido.

La etapa final es la aceptación. Si llegas a esta deberás pensar si aguantarás sus ronquidos a medianoche, el pedo a la madrugada, la indiferencia cada tanto y otras cosas más fuertes que hacen parte de la esencia humana que llevamos por estar vivos con defectos y también grandes cualidades. La decisión se toma para saber si continúas tu vida con esta persona, sin quejarte, o pasas la hoja y esperas a otra.

Además porque en esta comprenderás que el enamoramiento es corto. Lo sabrás porque la verás dormir a tu lado y puede que no desees tener sexo con ella esa noche. Prefieres dormir porque mueres de cansancio. A eso se le llama confianza, amor.
Cierro por decir que antes del enamoramiento está una etapa que descubrí hace poco: infatuación. Pasión irracional, así la describen algunos diccionarios y es eso. Yo me infauto cuando lo veo pero no necesariamente me enamoro. Vivimos, por lo tanto, infautados todo el tiempo, ¿no lo crees?
Si bien eres parte de las personas que ratifican la teoría, me pregunto ¿En cuál vives, cuál te atreves a explorar y en cuál te has quedado?