Enamorarse de alguien que vive en plan de reajuste de tuercas todo el tiempo es la más mala decisión que se puede tomar en el amor. En sí, ser pareja de alguien para rehabilitar, no saca el humano que hay en ti y el psicólogo que te hace sentir que estás bien, mentalmente.

Todo lo contrario, es una muestra de baja autoestima, porque las relaciones están pensadas para acompañarse, con buenos besos, sexo, sueños, locuras y responsabilidades compartidas, y no para vivir en función de discusiones, miedos, tristezas y desajustes, lo que resulta de apegos y miedo a la soledad.

Tampoco trato de estimularlos a buscar la princesa o príncipe azul inexistente, pero añorado por todos. Sin lugar a duda, hay momentos no tan amenos en el amor, sin que esto conlleve a  que se pretenda mantener relaciones enfermizas.

Por eso, interiorizar si has sido rehabilitador o aún lo eres puede facilitar el responder a esta clara pregunta: ¿quieres seguir en una relación enfermiza, manipuladora, doliente de forma permanente? ¿O prefieres una relación en la que, al rebobinar los momentos vividos, reconoces que están con quien quieres por lo que hace por ti, porque no te genera temor, miedo ni angustia, solo bienestar?

Di no a rehabilitación de pareja. Y recuerda que esto no solo le pasa a las mujeres; los hombres también han rehabilitado.