El restaurante que te voy a recomendar hoy te va a dejar boquiabierta. Se llama El Muelle de Andrei y me encantó porque te permite disfrutar de la comida de mar de una forma fresca y sin tanto protocolo.

Te voy a confesar algo: cuando veo un restaurante con acuario de langostas y que ofrece barra de ostras en su carta, inmediatamente temo que sea un establecimiento súper pretensioso de esos que te hacen sentir excluida desde que te sientas en la mesa.

Muchos restaurantes de mar en Bogotá cometen el pecado de rodear a este tipo de cocina de un halo elitista. Como si el hecho de ofrecer caviar, langosta, ostras o jaibas, les otorgara el derecho de creerse el comedor del Palacio de Versalles. Muchas veces he salido despavorida de restaurantes especializados en comida de mar porque odio su postureo de refinamiento forzado.

Afortunadamente, poco a poco la industria gastronómica en Bogotá está entendiendo que la comida de mar no debería ser tan excluyente como nos la han querido vender. Incluso, me alegra ver propuestas arriesgadas que no solamente bajan del Olimpo a los mariscos y los pescados, sino que se atreven a innovar con propuestas dignas de comer con las manos y en blue jeans. Este es el caso de El Muelle de Andrei.

«Yo no vine a un palacio victoriano»

 

A El Muelle no le interesa tener un diseño pomposo y refinado, ¿para qué preocuparse por eso? Ubicado en una esquina del tradicional barrio de Usaquén (donde hoy en día se juntan armoniosamente propuestas gastronómicas clásicas con establecimientos hipsters de pastelería), sobresale el diseño marítimo de El Muelle de Andrei.

Su fachada ya te indica que no vas a tener que lidiar con pretensiones ni postureos. Todo lo contrario: parece una casita con la que el dentista de Buscando a Nemo habría decorado su acuario. ¡Bien por eso!

 

«Yo no vine a ser juzgada»

Nadie te va a negar la entrada por no estar vestida como en las cenas de gala de Titanic. Entra con tus Converse y tus jeans rotos, que en El Muelle de Andrei no te miran el outfit, sino el apetito.

Cuenta con un personal increíble que te presenta sus diversas cartas y te las explica como si se tratara de una cartilla escolar. ¿No sabes cómo se comen las ostras? ¿Jamás has probado langosta? ¿Te asustas pensando en comer tinta de calamar? Tú pregunta tranquila, que aquí nadie te va a mirar de arriba a abajo.

«Yo no vine a comer lo mismo de siempre»

En El Muelle de Andrei consigues platos clásicos, pero mi consejo es que vayas más allá. ¿Qué tal una orden de ostras con un shot de Bloody Mary?

Sí, así como lo lees. Pide tu orden de tres ostras con un shot de Bloody Mary o de Gin Tonic. La idea de esta propuesta es que acompañes el ligero sabor salado del molusco con la electrizante sensación en boca del cocktail. ¿Te atreves?

«Yo no vine a hacer dieta»

Otro pecado de muchos restaurantes de mar en Bogotá es la porción de sus platos. A excepción de ciertos pescados que generalmente se sirven completos, en muchos establecimientos los ceviches, los crustáceos  y los moluscos se pierden dentro del plato.

A El Muelle de Andrei vale la pena ir sin desayunar, créeme. Vas a querer probarlo todo, pero el estómago solo te va a dar para entrada, plato fuerte y postre, porque las porciones son generosas y los acompañamientos abundantes.

Si quieres una sugerencia, pide como entrada las empanadas de calamar, como fuerte el pescado a la teja (que, literalmente, lo sirven sobre una teja) y como postre los bananitos en kola.

Ah, y no vayas en un día laboral, porque después vas a darlo todo por una siesta.

Apuntes finales con la barriga llena:

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