Alguien tiene que decírtelo: irte a un retiro espiritual en Nepal no te va a ayudar en tus crisis emocionales, tener soporte emocional sí lo hará.

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En la era digital es muy común creer que los viajes son una solución. Día a día nos encontramos con portales de internet que nos invitan a dejar el trabajo que nos hace infelices para irnos de viaje, a intentar superar nuestras ‘tusas’ conociendo el mundo, y a superar las crisis emocionales haciendo algún voluntariado en un país lejano.

Cada vez que me encuentro con uno de estos innumerables artículos, me es inevitable pensar en la irresponsabilidad de los medios de comunicación que los replican. Se nos está vendiendo la idea errada de que en la acción de viajar (que, dicho sea de paso, nos acompaña desde los homínidos y no es nada nuevo) se puede hallar la cura para la depresión. Y nosotros, mientras tanto, leemos esos textos en medio de nuestras frustraciones y pensamos que no sería mala idea intentarlo.

Pero, ¿qué pasa si durante o después del viaje nos damos cuenta de que esta determinación no solucionó nuestras inconformidades? El dinero y el tiempo perdidos no retornarán y, en cambio, sí llegaremos a casa con una desazón que se incrementará por la incertidumbre de haber gastado dinero o, en el peor de los casos, hasta renunciado a nuestro trabajo.

Debemos entender que una revelación emocional durante los viajes, al mejor estilo de «Comer, rezar, amar», solamente pasa en la ficción y que movernos de lugar no es una solución para nuestros problemas sentimentales. Quizás separarnos de todo por un tiempo nos ayude, pero el viaje por sí solo no es milagroso, requiere de otras herramientas.

Llevo viajando los últimos cinco años de mi vida y he caído también en el error de creer que un retiro espiritual en la mitad de una montaña me liberaría de mis fantasmas. Pero no fue así, porque al regresar a casa mi realidad seguía siendo la misma y la cotidianidad me dio un puño en la cara. Entendí, entonces, que más allá de un viaje, necesitaba un propósito emocional y que, para ello, no era imprescindible tomar un avión.

Necesito decirte que no bastará con irte de viaje para solucionar tus problemas emocionales. Quizás sí te ayude dispersar tu mente en un lugar nuevo y pensar en soledad sobre tus circunstancias, pero debes ser realista y saber que el viaje por sí mismo no es una cura milagrosa. Si viajas, disfrutas por un tiempo, pero luego regresas a casa, será peor tu reencuentro con la realidad.

Hollywood, Instagram y los medios de comunicación masivos se han encargado de convencernos de que los viajes son una cura para el alma. Pero es mi responsabilidad decirte que, si estás deprimida o pasando por una situación emocional compleja, el dinero que invertirías en un retiro en Nepal o en unos tiquetes al Caribe, lo podrías invertir en terapia y lo agradecería más tu alma.

No sobrevalores el viaje, no tomes malas decisiones llevada por la mentira de las redes sociales y los medios de comunicación mediocres, no recargues en un paquete turístico lo que le corresponde a un profesional de la salud mental.

Deja los viajes para cuando estés sana y serena, porque aunque las millas son un excelente método para sonreír, no son la cura para las tristezas.

 

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