En un mundo cada vez más interconectado y complejo, el trabajo en equipo se ha convertido en un pilar fundamental para el éxito en cualquier ámbito de la vida. Bien sea en el entorno laboral, académico, familiar y social. La capacidad de colaborar efectivamente con otros no solo impulsa la productividad y la innovación, sino que también fomenta un sentido de pertenencia y satisfacción entre los miembros del equipo e incluso en la mayoría de las personas en diferentes escenarios de lo cotidiano.
Recuerdo hace un par de años, cuando entrevisté a un periodista alemán que vino al país a trabajar con una entidad internacional y cuando le pregunté que necesitaba Colombia para salir adelante, me respondió aprender a trabajar en equipo. Entre los recorridos que hizo por las regiones colombianas, me contó que había conocido muchas historias de éxito de emprendedores, sin embargo, cuando se trataba de trabajo en equipo, los emprendimientos terminaban por quedar a la deriva, ya que por lo general de lo había observado, la competencia por sobresalir frente a los demás, el ego, y la envidia, terminaban por sepultar interesantes ideas que de haber surgido se habrían convertido en grandes negocios.
A veces en las conversaciones diarias en incluso en la interacción cotidiana, la violencia, el afán por entrar primero en la fila del Transmilenio, o ganarle al conductor que ha puesto la señal para cambiar de carril, es lo más importante. La grosería de algunas personas en las calles es lo más común, pero poco se acude al sentimiento de solidaridad. Hasta en ocasiones, cuando en una empresa llega alguien nuevo, los antiguos se las arreglan para que el nuevo no obtenga la información suficiente para adelantar su trabajo. Todos esos comportamientos caracterizan a la falta de madurez emocional, a la tolerancia, al escaso sentido de colaboración, empatía y consideración por otro ser humano. Es verdad, que no se trata de hacer el trabajo de otro, pero sí, de apoyarlo a crecer. En algunas entidades gubernamentales donde he trabajo, incluso he escuchado en pasillos frases tan manidas como: de malas que se las arregle solo, porque cuando yo llegue, nadie me ayudo.
Creo que es hora de pensar en transformar esas costumbres y creencias y recordarnos que estos tiempos lo que más necesita la humanidad es apoyar a otros. Brindarle la mano a otro ser humano. Pensar que esa persona, podría ser un hijo, un padre, una madre, un hermano, en fin…
En el país, lo común es demostrar actos de violencia, gritar, vociferar por la calle, maltratar, herir, esta tan permitido como una emoción naturalizada la ira y sentimientos como la envidia y el pan diario es la crítica, pero poco se ha invocado en la consciencia social, el amor, el respeto, la amistad, la empatía, la solidaridad, el trabajo en equipo. Así que a través de este post, hoy quiero invitar a las personas que practiquen en su diario vivir actos de bondad, en donde el ego, no sea el rey, sino que dejen entrar en sus corazones la consciencia del trabajo en equipo, en donde se aprenda a convivir con el otro, y se respeten las diferencias, aceptando que todos podemos ser distintos, pero que cada ser humano trae su luz.
En un mundo cada vez más interdependiente y dinámico, el trabajo en equipo se posiciona como una habilidad fundamental para el éxito en el siglo XXI. Los equipos efectivos no solo son más productivos y creativos, sino que también fomentan un sentido de comunidad y conexión que es esencial para el bienestar humano. Al abrazar los principios del trabajo en equipo y cultivar un ambiente donde la comunicación, la confianza y la colaboración florezcan, podemos desbloquear su poder para alcanzar nuevos niveles de logro y excelencia. En última instancia, el futuro del trabajo pertenece a aquellos que pueden unir sus fuerzas y trabajar juntos hacia un objetivo común.