Desde niña siempre me he cuestionado el tema de obediencia ciega.  Ya que siempre he sido una observadora y analítica nata del entorno y de todo lo que sucede. Por eso me he considerado una rebelde de los paradigmas y mandatos que desde que estamos niños, nuestros padres o adultos o sociedad nos han heredado, sin tener mucha conciencia de la carga emocional que esos paradigmas generan en un adulto y en la misma sociedad.

Soy consciente de que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron.

En las familias existe un entramado de vínculos, normas y expectativas transmitidas de generación en generación, especialmente entre las mujeres: madres, abuelas, hermanas, tías y primas. A este conjunto de relaciones y dinámicas de apoyo mutuo (pero también de exigencia y carga emocional) a veces se le llama “clan femenino”.

Aunque gran parte de esas lealtades promueven el cuidado, la solidaridad y la unión, en ciertos casos pueden convertirse en cadenas invisibles que limitan la autonomía y la felicidad de una mujer.  Es por ello, que he decidido compartir con ustedes bellas diosas, este tema del cual las mujeres aún no hemos tomado conciencia y sin querer repetimos creyendo que estamos haciendo nuestra propia vida.

Así que es importante que tomes conciencia y descubras ¿por qué aparecen esas lealtades inconscientes?,¿qué propósito cumplen y de qué manera pueden interferir en tu bienestar personal, en tu vida, en tus decisiones, en tu relación de pareja, trabajo, en fin…

  1. ¿Qué entendemos por “lealtad al clan femenino”?

La lealtad al clan femenino se refiere al sentido de obligación, protección o fidelidad que una mujer siente hacia su red de mujeres (familiares o cercanas) y las normas no escritas que ello conlleva. Estas creencias y compromisos no siempre son conscientes: a menudo se arraigan en mensajes implícitos que la niña interior recibe de sus madres, abuelas o hermanas. Ejemplos típicos de esas “reglas” pueden ser:

Tal vez, recuerdes otra creencia limitante que te dijeron en tu niñez y que hoy aunque no tengas conciencia es un mandato, que tu cumples en piloto automático sin cuestionar.

Aunque a primera vista parezcan gestos de cariño o protección, estos vínculos también pueden transformar las decisiones personales en una pesada carga emocional.

 ¿Por qué surgen lealtades inconscientes?

Necesidad de pertenencia:
Desde pequeñas, las niñas aprenden que la aceptación en el grupo familiar femenino se obtiene a través de la obediencia, el cuidado y la discreción. Una madre que presiona para que su hija no cuestione tradiciones o hábitos está transmitiendo la idea de que la unión familiar depende de la sumisión. A cambio, la niña recibe amor y aprobación, de modo que poco a poco asocia su seguridad emocional a seguir esas reglas.

Miedo a la traición o el abandono:
En muchos casos, la mujer interioriza que “romper el lazo” con la madre, la abuela o la hermana es equivalente a traicionar su linaje. Ese temor subconsciente puede motivar que, incluso en la adultez, se sacrifiquen metas personales (estudiar, viajar, emprender) para evitar conflictos que amenacen la cohesión familiar.

Rutinas y creencias heredadas:
La transmisión de comportamientos y creencias de una generación a otra crea un tejido de costumbres que pocos cuestionan. La mujer crece viendo a su madre cuidar a toda la familia, atendiendo problemas de todos, y nadie le explica otra forma de vivir. Así, esa dinámica se convierte en “lo normal”, a pesar de que pueda resultar agotadora y limitante.

Deseo de aprobación y reconocimiento:
Cuando la hija siente que su valor depende de “ser buena hija”, “ser buena hermana” o “ser buena nuera”, las decisiones que tome estarán sesgadas por la búsqueda de esa aprobación. Cualquier iniciativa que se salga de ese rol puede generar culpas y remordimientos, reforzando esa lealtad inconsciente.

 ¿Para qué guardamos estas lealtades inconscientes?

  1. Preservar la identidad familiar:
    Muchas mujeres sienten que honrar las tradiciones y expectativas maternales es una forma de mantener viva la historia familiar. Guardar esas lealtades inconscientes —sin cuestionar— da la falsa sensación de continuidad, pertenencia y cohesión con las raíces.
  2. Evitar el conflicto:
    Poner límites o exponer deseos personales puede generar discusiones o tensiones con quienes dependen de esa lealtad. Mantener la calma y ceder ante las exigencias familiares se interpreta como un sacrificio necesario para no poner en riesgo la armonía.
  3. Cumplir con la “misión” asignada:
    En algunos clanes, se espera que la mujer sea la cuidadora: prepara almuerzos, atiende asuntos financieros, medie entre los hermanos o sostenga emocionalmente a la familia. Esa “misión” internalizada otorga un aparente propósito, aunque en el fondo lleve al agotamiento.
  4. Evitar la culpa:
    El sentimiento de culpa suele activar la obediencia. La mujer que hace saber que siente culpa por “no hacer suficiente” refuerza el vínculo con el clan. Subconscientemente, la culpa funciona como un mecanismo para garantizar la permanencia en ese rol.

. ¿Cómo entorpecen estas lealtades la felicidad?

  1. Negación de deseos personales:
    Cuando una mujer pospone sus proyectos (viajes, estudios, emprendimientos) por sentir que “siempre debe atender primero a la familia”, se priva de su crecimiento. Esa renuncia al anhelo propio debilita su autoestima.
  2. Falta de límites y agotamiento emocional:
    Al priorizar las necesidades del clan femenino por encima de las propias, la mujer se expone a la sobrecarga de tareas domésticas, atención emocional de otros y responsabilidades que nunca terminan. El agotamiento crónico mina la salud mental y física.
  3. Miedo a expresar emociones auténticas:
    En muchos clanes, “todo se maneja en silencio”: no se habla de dolor, de frustraciones ni de necesidades reales. La mujer aprende a ocultar sus emociones para no “molestar” o “estresar” a las demás, reprimiendo la voz interior y bloqueando su bienestar.
  4. Dependencia afectiva:
    Al depositar la mayor parte de su energía en cuidar y complacer al grupo, la mujer puede crear un círculo vicioso de dependencia: su valor se mide en función del servicio brindado. Así, es difícil que busque relaciones basadas en la reciprocidad y el apoyo mutuo.
  1. ¿Cómo detectar y soltar esas lealtades inconscientes?
  1. Identificar las frases o creencias heredadas:
    Haz un listado mental o en papel de las ideas que “siempre te dijeron” en tu familia de mujeres: “Las niñas no discuten”, “Siempre ayuda a tu madre primero”, “No muestres tristeza”. Cuanto más consciente seas de esas creencias, más fácil será cuestionarlas.
  2. Reconocer el costo emocional y físico:
    Reflexiona: ¿qué actividades sacrificas para atender al clan? ¿Sientes culpa o ansiedad cuando te pones a ti misma en primer lugar? Anotar esas sensaciones ayuda a ponerles nombre y entender su impacto en tu vida.
  3. Practicar el ponerse límites con cariño:
    Decir “no” no implica renegar de tu familia. Se trata de aprender a establecer espacios personales: tiempos para tus proyectos, momentos de descanso y objetivos propios. Al comunicarlo con respeto, no rompes el vínculo; lo fortaleces con honestidad.
  4. Buscar apoyo externo si es necesario:
    Un proceso de coaching, terapia o sesiones de grupo pueden ayudarte a soltar la culpa y a construir una nueva narrativa que incluya tanto el amor al clan como el amor a ti misma. Compartir tu experiencia con otras mujeres que han pasado por lo mismo facilita el desapego de patrones que ya no sir

 Hacia una lealtad consciente y equilibrada

Soltar las lealtades inconscientes no significa abandonar el afecto ni traicionar a las mujeres de tu clan. Se trata, más bien, de evolucionar hacia una lealtad consciente: aquella en la que:

Así, la mujer puede reconstruir sus vínculos con empatía, pero sin dejar de honrar su bienestar. Una lealtad consciente es aquella en la que se decide libremente compartir el amor y el apoyo, no por miedo a perder el lugar, sino porque se comprende que la felicidad individual también enriquece al clan.