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Se nos ha olvidado conectarnos. Claro, no al wifi ni a nuestras redes, celulares o correos. Se nos ha olvidado conectarnos con nuestro interior. Es como si de manera casi automática en la medida que más estamos conectados a esa realidad virtual, más nos desconectáramos de lo que somos; de nuestros sueños más profundos, de ese niño interior que nos creía capaces de todo, que era poco materialista y solo buscaba esa pura e inocente felicidad. Ahora nos creemos cada vez más ese espejismo que aparece en nuestras pantallas. Esa falsa felicidad materialista que nos muestra vidas de poco trabajo, desbordada remuneración y cuerpos de fantasía. Una vida llena de solo sonrisas, que solo existe en el segundo que se toma la foto.

Fotos que no alcanzan a retratar el alma de las personas que vemos. Fotos que no alcanzan a descifrar la verdadera lucha que llevan por dentro. Retratos de una sociedad que finge felicidad pero que cada día está más alejada de ella. Porque al estar “conectados” se nos ha olvidado lo simple que es la vida, que todo se trata de estar en balance. Y esto no significa pisar una línea delgada, o buscar ese punto perfecto. Para mí, el balance es entender que la vida está compuesta por un sin número de matices; nada es blanco o negro hay mil colores por disfrutar. Y además eso que significa estar en balance para mí, puede significar el caos para otra persona. No hay una fórmula mágica. Lo que sí tenemos en común son nuestras emociones: alegría, ansiedad, tristeza, nostalgia, rabia… en fin. Emociones que nos hemos encargado de etiquetar como: buenas o malas.

Si no me creen, ¿por qué nadie pone una foto triste en Instagram? Es que es más fácil ganar likes, o más bien aceptación a través de lo que como sociedad creemos como bueno, es decir ser feliz.

Pero amigos, sentir tristeza es humano. La tristeza se expresa en nosotros, cuando hay una pérdida. ¿A quién no le duele perder un gran amigo, el amor, un trabajo o hasta su billetera? Y saben que: ¡se vale llorar! Así sacamos ese sentimiento de nuestro sistema, de alguna manera lo exorcizamos y nos preparamos para cerrar un ciclo.

Pero hoy en día si nos sentimos tristes, corremos a nuestro celular o computador para distraer y ojalá olvidar ese sentimiento. Abrimos las redes sociales y vemos a todo el mundo tan feliz y claro, creemos que hay algo mal con nosotros, que somos nosotros los que estamos rotos. Y esto sí que es triste, porque en ese momento nos llenamos de frustración, rabia y hasta envidia. En este punto boom explotamos y señores, nos bloqueamos.

La solución es simple: apague el celular, el computador y haga lo posible por conectarse con su intuición, sus propios sueños, metas… llame, si es posible, a ese niño que vive en su interior para que él le muestre de nuevo su camino.

 

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