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La pregunta que debería abrir (o cerrar) la puerta de cualquier nueva relación es: ¿Huésped o invasor? Andrea Echeverri, llena de sabiduría pura y dura, junto a su banda Aterciopelados, por allá en el 98, se la plantearon con la canción “Maligno”. Como su nombre lo indica y, espero que usted también la haya cogido, habla, claramente, de un invasor.

Si usted no ha escuchado esta magnífica pieza, lo o la invito a que se tome unos momentos para googlearla y escucharla. Tal vez entienda porqué fue nominada, con el álbum Caribe Atómico, al Grammy y porqué el sujeto del que habla la Echeverri era, efectivamente, un maligno invasor que teñía su vida de fatal melancolía.

Es importante que esta pregunta la ponga sobre la mesa al conocer a cualquier persona. Pero: “¿Por qué cualquier persona?”, se estará preguntando usted. Simple y sencillamente porque como hay parejas que son invasores, hay también amigos que son invasores o sexy partner que son invasores. Entre muchos otros invasores que usted, mi querido lector, se habrá topado o se topará en la vida.

El invasor romántico es fácil de identificar. Solo que, como reza el viejo adagio popular: no hay peor ciego que el que no quiere ver, hacemos la vista gorda a todas esas actitudes que ya conocemos muy bien. Para, al final, decirnos a nosotros mismos con suaves palmaditas en la espalda: “Yo sabía que era así”.

Entonces, aquí le nombraré algunas de las características de este espécimen que seguro usted ya conoce: se pierde, no contesta sus mensajes o sus llamadas, no devuelve sus mensajes o sus llamadas, usted no es su prioridad, es narcisista, manipula, miente, la o lo engaña, es infiel, es brusco, no es claro con sus sentimientos… y así sucesivamente.

Por lo general, cualquiera puede identificar a un invasor, pero, y pasa muy seguido, dejamos crecer y crecer la cosa hasta que, y según el invasor, tocan los límites del abuso, del maltrato y del dolor.

Yo no quiero ser dramática, pero es importante hacer una salvedad aquí: el invasor que le tocó a uno puede ser el huésped de otro. Este es un fenómeno de la naturaleza, hermoso y cruel, que puede hacer que una persona se vuelva un invasor, solo porque no corresponde a nuestro amor. Como esta cháchara es más larga, al amor no correspondido le regalaré su propia entrada.

Entonces, aquí viene la importancia de que usted se haga rápido esta pregunta. Por favor, no se mienta. Tampoco sea ingenuo al decir cosas como: “Yo puedo manejar un invasor”. Por lo general nadie puede. En la medida en que lo deje entrar, usted simplemente se convertirá en esa persona a la que todo el mundo sabe que se la está cagando, pero ya nadie se lo dice.

No sé si por casualidad usted conoce a alguien al que jamás le ha tocado un invasor, o, si le tocó, lo supo descartar o bloquear de entrada. Sabe cuál es el secreto de estos seres: autoestima. Una persona con una buena autoestima tiene un instinto de supervivencia increíble y por más que quiera irse de cara, conoce muy bien el precio que le toca pagar por eso y prefiere ahorrarse las secuelas psicológicas de un invasor.

He aquí un breve test que se puede hacer usted en estos momentos ¿Ha dado con más de 5 invasores en su vida? Si usted mira para atrás y en todas sus historias de amor o de amistad usted es la víctima de invasores. Es importante que haga un alto en el camino y revise cómo está su autoestima y qué puede hacer para mejorar esa parte.

Los huéspedes llegan cuando los invitan, si a su vida no ha llegado uno es porque usted no lo ha invitado y tal vez esa sea la razón por la cual siguen entrando invasores. Entonces, prepare el camino para un buen huésped o en el peor de los casos milite en el lado oscuro y vuélvase usted también un invasor. Aunque una cosa sí le puedo decir, las víctimas siempre encontrarán victimarios. Medítelo.

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Experta sobadora de corazones descuajados. Exorcista de tusas, lágrimas y exnovios. Gurú del rompimiento. Podré no saber de cosas, pero sé de mal de amores.

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