Hace poco estaba leyendo un libro sobre Montserrat Ordoñez, La escritura, ese lugar que me acompaña, y ella contaba que, por allá en el año 1959, al terminar el colegio en Bucaramanga, las expectativas de las mujeres estaban puestas en el matrimonio, ya que este representaba la forma por excelencia de realización para ellas. Cincuenta y ocho años después, a pesar de todas las posibilidades que se nos abren a nosotras, el matrimonio sigue siendo, por excelencia, una forma primordial de realización.
Estoy en esa edad (cualquiera que usted se quiera imaginar) en la que todo mi entorno se está casando, o por lo menos aspira a ello. Y, curiosamente, la frase que más repiten las novias en las bodas es: “este es el día más importante de mi vida”, no sé si es porque caen todas en el mismo cliché, o porque realmente lo sienten y lo piensan. Entonces, a modo de experimento social, le pregunto al galán “¿Cuál es el día más importante de tu vida?”, y lamento mucho informales que, hasta ahora, ninguno ha coincidido con la novia.
Yo estoy completamente segura que este es un país violentamente machista. No solo por los índices de maltrato, desigualdad y blablablá… Pero más allá de todo lo que yo les pueda decir acá, tanto usted como yo sabemos que ese machismo, que a veces nos beneficia y más veces nos entierra, empieza por nosotras y por el lugar que le damos a las cosas.
¿A qué me refiero con esto? A que, por ejemplo, el matrimonio sigue siendo un mecanismo de validación que las mujeres se siguen autoimponiendo, ligado a la realización personal y social, por ende, al éxito. Seguimos teniendo la misma idea de hace cincuenta y ocho años de que nos realizamos a través de una pareja, a través del otro y no de nosotras mimas. Esto no solo nos lo tenemos que demostrar a nosotras mismas, sino a nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo y va contando.
Les pongo un sencillo ejemplo, no es lo mismo, para el imaginario social, decir que un hombre llegó soltero a los cuarenta, a decir que una mujer llegó soltera a los cuarenta. En el primer ejemplo, a usted le resultará más fácil imaginar al susodicho manejando un convertible rojo con una joven de diecisiete años, que imaginar a una mujer haciendo exactamente lo mismo; probablemente a ella se la imaginará tejiendo en su casa con dos gatos. Es más factible que usted piense que el hombre amaba su libertad y por eso tomó esa decisión. Por el contrario, de la chica ¿Qué podríamos pensar? Que nadie la amó, tal vez, era muy cansona o fea, pero que, en últimas, no logró que un individuo la amara lo suficiente para casarse.
Tome atenta nota de lo que le voy a decir a continuación: la realización de ningún individuo, hombre o mujer, puede ser la pareja. O acaso, a usted, ¿no le parece que es mucha responsabilidad designarle a otro su propia realización? La lógica aquí es realícese usted primero, que si después llega el amor ¡Alabado sea el señor!
Está tan incrustado el matrimonio en el ADN de muchas personas, que prefieren pagar un precio muy alto, con tal de verse el anillo en la mano, y, claro está, que los demás lo vean. ¿Cuál es ese precio? Cachos, irrespeto, maltrato, desinterés, abandono, conformismo, etc.
Pero, por favor, no vaya a creer que yo estoy en contra del matrimonio, usted puede hacer con su vida lo que quiera. Lo único en lo que no estoy de acuerdo y, por lo que me siento muy responsable, es por el mensaje que le vamos a dejar a las niñas que vienen detrás de nosotras. Rico que ellas vean en el matrimonio una posibilidad, como muchas otras, pero no, que se sientan responsables u obligadas a que, al llegar a cierta edad, si no han conseguido marido fracasaron como personas, sobre todo, como mujeres. Por mi parte, ojalá que las chicas sean más necias, se despeluquen, jueguen rudo, estudien mucho y que por ningún motivo se sientan socialmente obligadas a llegar al altar, más bien que sea el amor que las guíe.
Hace poco, escuché a una chica dar una de las mejores respuestas sobre el día de su boda, y te agradezco Aleja profundamente por eso, “para mí no fue el día más importante, sin duda importantes hay muchos otros, para mí fue un día muy lindo”.
Simplemente es respeto mutuo y entender el espacio del otro
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