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En pocos post me atrevo a lanzar con firmeza una invitación como la del titular; esta será la excepción

¿Por qué? Me cansé de escuchar de forma reiterativa a mujeres hablar sobre la esperanza que tienen de ver a su novio, esposo, inquilino sexual, lo que sea, cambiar y convertirse en el hombre de sus sueños. Absurdo.

Estaba en un baño público, y una mujer, con acento paisa, comenzó a hablar a viva voz con una amiga o, especie de amiga, sobre los tres años que llevaba con un hombre que, al parecer, seguía siendo el mismo. Criticaba, sin duda, que el sujeto fuera “el mismo”.

Salí del baño y estuve tentada a unirme a la conversación de amigas para decirles que han vivido en una órbita perdida si pensaban que él, a quien tanto criticaban, de repente, amanecería un día siendo el encantador hombre que una de ellas desea.

Mi firme posición se da con varios argumentos que pongo sobre la mesa. En primer lugar, cuando un hombre da más de lo que ha ofrecido en una relación, lo hace porque lo siente. Ellos, aun cuando son básicos, actúan con base en lo que sienten y no llamarán o buscarán a una mujer que poco les interesa. Deben estar involucrados para que sean constantes.

Por ello, obligarlos a decir o hacer algo será ponerlos en la guillotina, lentamente. Ellos, al fin y al cabo, darán su brazo a torcer y mostrarán lo que son: indiferentes o incluso maltratadores.

Lo difícil acá es el apego que crean las mujeres. Sin duda, ellas son más culpables de aceptar hombres con un perfil deshonesto. Perfil que perneará hasta sus últimos días de vida.

Si nos sirve, hay que dejarlo ir.

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