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Abrí una botella de vino tinto y serví una copa. La bebí despacio al interrogarme sobre las críticas que han lanzado varias mujeres que me rodean hacia los hombres, hecho improductivo y poco pacifista.

Desde hace unos 3 años cambié esta misma actitud hacia el género opuesto. La razón: los prefiero de mi lado. Y eso significado en mi cama, un buen baile o cena.  Al mismo tiempo que descarté criticarlos, comprendí que antes de creer que podemos cambiarlos y ponerles el traje de príncipe azul, debemos aceptar la condición con la que fueron educados.

Es más, no recuerdo cuándo fue la última vez que le reclame a un hombre.  Y si no encaja en el perfil de mi elección, simplemente lo dejo pasar, como debe ser todo en la vida.

Voy en la segunda copa. En este punto me convenzo más de mi estrategia y lo bueno que resulta dejar de sufrir por alguien con pene cuando ese pene lo puedo tener en mi ‘bolsillo’ sin sufrimiento alguno.

En cuestiones del amor y el sexo es mejor andar por el camino de la paz y yo me declaro una pacifista a favor del placer que guiña el ojo, cruza la pierna delante de su vista, usa labial rojo y lleva a diario el  más seductor de los cerebros, lo que les parece aterrador.

Cuando en reuniones de chicas alguna habla de lo infiel que son todos los hombres y otra aún cree que su ex volverá, para lo cual hasta pondrá velones a la espera de que se cumpla el ‘milagrito’, yo, a mis 33 años, me la juego por los hechos: el lado más oscuro de mi corazón me dice que no podemos andar de crítica en critica cuando somos suficientemente libres para elegir con quién nos quedamos.

En razón del camino hacia la paz: elijo la felicidad del beso, la caricia y el sexo que se comparte con quien te sientes Feliz. Voy en la cuarta copa. Ya casi se acaba esta botella.

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