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En estos días me he cuestionado si a todos nos gusta por igual el ‘sexo oral’. Llegue a la conclusión, en medio de una secuencia rápida de flashback, que sí.

Lenguas ágiles, sutiles, prudentes, arriesgadas. Sobre la mesa se encuentran de diferentes estilos. ¿Y a quién no le gusta encontrarse con alguien que haga de su labia, el instrumento más atractivo para llegar a tener buen sexo?

Esta publicación se trata, entonces, de cómo atraemos y nos atraen al sexo por medio de un elocuente ir y venir de palabras.

Aunque, ojo, esta puede no ser una acción generalizada. A quienes nos gusta más escuchar la voz al otro lado del teléfono o leer los chats calientes de quien nos atrae, resulta un preámbulo perfecto antes del encuentro físico.

Ante eso, mueva bien esa lengua. Agítela en el momento preciso. Seguro el oído del receptor estará dispuesto a dejarse manosear con cada frase.

Pero, ojo de nuevo, el ‘sexo oral’ tiene variaciones. Andrea*, una amiga, me contó sobre un tipo que siempre manejó una labia discreta. Pero un día, de la nada, le envió un mensaje en el que le decía: Mi pene es muy grande.

El tipo pasó de la apacigua forma de comunicarse a una alta carga de expresión e inesperada. Ella lo bloqueó. Punto final. No hay que ir de un extremo a otro, si no hay una señal que así lo insinúe.

Vanesa*, otra amiga, me confesó que ella era la encargada de poner sobre la mesa su deseo sexual hacia alguien. Se siente tan atraída por la persona con la que sale, que no dudó en lanzarle palabras picantes que pudieran despertar algún tipo de tentación carnal.

Ella no es esa clase de mujeres que espera a que sea el hombre el que primero se lance al agua. Se siente tan segura de su libertad sexual y del instrumento verbal que tiene, que logró seducirlo.

Manuel*, una amigo, me dijo que su instinto es de cazador y prefiere ser quien captura a su presa. “Lo fácil no me calienta”, recalcó este hombre que apuntó con una frase contundente: “Mi mejor arma, en el ‘sexo oral’, es la parla”.

Santiago* me dejó claro que le gusta escuchar de una mujer que le insinúan el deseo de tener sexo, pero sin llegar tan lejos. “Que uno sepa que ella quiera, pero ya”. Sin nada explícito.

La espera de una palabra o una frase hacen que el ‘sexo oral’ sea tan excitante como si te tocaran. Esto se debe a que las palabras causan un impacto en nuestro cerebro.

Cuando se escucha un no, se libera cortisol, hormona que nos lleva a despertar una sensación de alerta y estrés. Si decimos u oímos un sí, liberamos dopamina, la cual nos conduce al placer, y por ello, sentimos bienestar.

Sin duda, todos queremos un sí, y que más arma que el ‘sexo oral’ para cumplir nuestro propósito. Ahora llego el momento de pensar, ¿qué tipo de oratorio usaré y permitiré recibir para que después de las palabras pasemos a la acción?

*Nombres cambiados.

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